jueves, 20 de junio de 2013

Primer premio de la modalidad de narrativa del concurso literario


 
Demencia como cura

Debía de estar a las ocho en el Hospital Universitario. Procedo a levantarme y emperifollarme como si de una fémina adolescente se tratase. Al ritmo de música alejada de lo “mainstream” preparo un néctar cítrico con la presencia de minúsculos corpúsculos de excedentes. Abandono mi suntuosa morada y desciendo rápidamente por unos escalones mugrientos. Me hallo a 5 km del Hospital, y como soy pobre opto por acudir caminando. Camino rápido, evitando ser acometido por la mirada de viandantes, comenzaba a chispear levemente y unos nubes oscuras irrumpen en el cielo, las personas son como las nubes, cuando desaparecen todo es mejor.

Arribé finalmente a las ocho menos diez, odio ser puntual, así que decidí realizar un tour por la planta de psiquiatría, un “locódromo” en versión reducida. A las ocho en punto mi psiquiatra, sobreveedor de mi trastorno me invitó a entrar en su consulta. Algo nervioso le narro a mi psiquiatra todas las peripecias acaecidas durante esta semana, con especial énfasis en el amor que le profeso a una alumna de física a la que le imparto clases extraescolares. No siento ninguna atracción física o sentimental por ella, simplemente el hecho de ser una relación imposible me anima a hacerla posible. Mi psiquiatra me cataloga de enfermo y demente y en síntesis me insta a hacer posible la relación. Acabando la consulta, se ofrece a internarme voluntariamente en un centro psiquiátrico. Ante aquella invención de la doctora decido abandonar la consulta en un alarde de enfado y prepotencia, sin mediar palabra.

Regresé a casa a toda prisa, durante el trayecto reflexioné sobre mi estado psíquico, si realmente precisaba de atención psiquiátrica. No pude evitar pensar sobre mi alumna de física, recordar aquellas fructuosas clases de trigonometría avanzada o cálculos sobre el coeficiente de rozamiento de la ducha, pensando en demostrarlos empíricamente. Llega la noche e intento refugiarme en la caja tonta en la que un presentador critica a los andaluces valiéndose de tópicos infundados. Tras una larga situación vomitiva al visualizar tales deplorables emisiones decido ir a la cama, proveyendo el insomnio que padecería a lo largo de la noche. La noche avanza con mi insomnio, no puedo conciliar el sueño y recurro a tranquilizantes.

Mi psiquiatra como sabe que me gusta el griego se tomó en su día la libertad de apuntarme a un cursillo de griego básico que su sobrina imparte en un centro socio-comunitario de mi barriada. 
Llegué allí un martes a las 18:00 poco convencido de que tal terapia fuera a desplegar en mi efectos paliativos y socializantes. Mi espesa barba, mis modales inciertos y mi misantropía fueron remendandos por la esbelta fisonomía de la maestra de griego. Una beldad. 

Preguntó entre los asistentes, dos señoras muy mayores-extraviadas, un pureta sabelotodo y una joven estudiante de magisterio y yo, si alguno sería capaz de enunciar el alfabeto griego. Yo me alcé y declamé en alta voz desde el alfa hasta la omega.
En seguida destaqué como aventajado alumno y no merced de mis capacidades relativas sino del hondísimo e inerme analfabetismo que me circundaba, pues pronto recabé que la susodicha profesora carecía de las mas básicas lecciones del lenguaje.

Cuando estoy solo mi enferma mente tiende a escuchar cosas imposibles, a veces mientras friego la loza el ruido de la cucharillas me parece una conversación obscena, siento que se comunican conmigo. Con el tiempo he aprendido a ignorarlas pero a veces los ataques son difíciles de diluir. Por eso escapar de mi ostracismo constituye, junto a al farmacopea, la única posible cura paliativa de mi trastorno.

En la tercera sesión puse de manifiesto ante toda la clase que yo debería ser nombrado profesor ya que la docente no tenía ni la más remota idea, ni siquiera había odio hablar de Pericles. Ante lo cual la profesora me llevo a un apartado y me llamó loco del demonio y me dijo que podía hacer que me encerraran con tan solo dar parte a su tío. Le he pedido mil perdones y he tratado de aplicarme pero ha sido imposible.

El ultimo día tocaba hacer una traducción de una estrofa de Ulises y la acometí con una libertad amplia y ofensiva. Cuando la profesora me mandó leer el texto, bajo mi responsabilidad, fue tan palmario que era débil mental que toda la concurrencia clamó y vitoreó elevando honores a mi suspicacia.

Ella se ha marchado al borde la lágrima y cuando ha regresado una sonrisa de venganza brillaba en sus fauces malignas impregnando debilidad psicológica. Tras aprovechar esta situación para aumentar mi autoestima valiéndome de mi capacidad intelectual he decidido quedar con mi alumna de física.

Mi alumna acudió a la cita ataviada con su uniforme escolar, puesto que acaba de abandonar su centro de estudios. Decidimos quedar en una zona céntrica, en un parque en los aledaños de El Retiro a la vista de la multitud. Mi alumna comenzó a cortejarme sutilmente, lanzando indirectas a la par de que yo me sentía observado y cohibido por la marabunta. Resultaba algo impropio y surrealista una relación entre una quinceañera y un varón que ronda la treintena, la realidad cada vez se asemejaba más a una experiencia onírica. Sin contemplaciones, mi alumna se avanzó sobre mi cavidad bucal irrumpiendo a esta con su frágil lengua, de fondo podía percibir críticas de la tercera edad que actuaban como meros espectadores.

Al cabo de unos minutos, manteniendo una conversación normal me invitó a acceder a su humilde morada, ya que sus padres no se encontrarían en ella. Manteniendo una cordial conversación acompañada por unos refrescos irrumpen sus progenitores en casa, sorprendiéndome dialogando con su hija. El padre algo confuso por la situación aparece gritando que no estoy cuerdo por querer mantener una relación sentimental seria con su hija y me expulsa de su casa mediante zarandeos y empujones.

Mi psiquiatra, tras poseer conocimiento de los actos ocurridos durante toda esta semana me cito urgentemente.
De pronto y sin mediar anuncio comenzó a gritarme. Al final de la charla insinuó que se trataba de una nueva terapia, oriunda del Japón.
Su sobrina le ha dicho de mi que estoy loco, que soy un engreído, un prepotente y un diletante. Que desde que puse un pie en su clase no he hecho otra cosa que ser antisocial, destructivo, paranoico y que mi griego es deficiente. Yo tengo mucho respeto por mi psiquiatra porque considero que es un experto en mi trastorno pero en esa ocasión le he dicho que para poder ayudarme tiene que estar al menos tan loco como yo. Se ha reído y ha dicho que soy un caso perdido. Y me ha obligado a firmar un ingreso voluntario, durante una quincena, en un sanatorio para experimentar un tratamiento.

Al llegar a casa como antídoto a mis penas me hice con un ejemplar  de El guardian entre el centeno. La noche llegó, quedé yo sólo bajo una lámpara anémica leyendo y haciendo anotaciones en el libro de Salinger. Cuestionando la realidad difusa que habito, ingiriendo altas dosis de haloperidol para calmar mi locura y apurando una Coca-Cola. En esa larga noche esquizoide obtuve una única conclusión: mi locura no tenía cura.

Recordando aquel centro cultural comunitario de mi barriada en el cual la sobrina de mi psiquiatra me impartía clases de griego, mi descabellada relación con mi alumna quinceañera y mi última cita con el psiquiatra, subía en un autobús con destino a mi residencia durante quince días. Como consuelo el psiquiatra me ha garantizado de que me surtirá de material literario para amedrentar mis largas noches solitarias.

Arribé a tal tumultuoso centro psiquiátrico a las cuatro de la tarde. El autobús se detuvo frente a la entrada, visualizaba la mirada de la muerte, ancianos dementes paseando en un recinto vallado.
Accedí al interior del complejo hospitalario e intercambié miradas con una alienada joven que rondaba la treintena. Su mirada lasciva exacerbó mi narcisismo, impidiéndome manifestar mi humildad en pleno hall del psiquiátrico. Palpando un cúmulo de sentimientos vislumbré la locura en su máximo exponente, el apego sentimental que expresaba aquella fémina.

Jesús González Muñoz. 3º B. Primer premio de la modalidad de narrativa.

Segundo premio de la modalidad de narrativa del concurso literario

Cuatro meses

 
Solo un pequeño bulto a punto de nacer. En cuatro meses vendrás la a vida. Tu llegada lo cambiará todo.

Puedes tener mi cabello, pero tendrás los ojos de tu madre. Crecerás en su piel, con una sonrisa sincera como la suya y un hoyuelo bajo la barbilla. Uñas del tamaño de medio grano de arroz. Párpados que pronto se abrirán para mostrar al cielo el mar de tus ojos. Un reflejo esmeralda, también: esperanza. La paz que respiraré cada vez que te mire, el orgullo de sentir que eres mío. Mejillas rosadas, pequeñas pecas por la nariz.

Podrás echarte sobre mí, abrazarme fuerte. Te cogeré. Entonces estarás a salvo. Pondrás tus pequeños y carnosos dedos alrededor de mi pulgar. Te sostendré con fuerza, estarás bien. Puedes descansar conmigo, tirado sobre la fresca hierba. Con tus pequeños pies sobre mis rodillas.

Tu madre y yo te llevaremos de paseo. Sentirás la luz del sol en tu blanco y nuevo rostro. Te llevaré a mi espalda, a la más inhóspita cumbre. La brisa de la montaña acariciará suavemente tu piel. Te sentirás en casa. Te dormiré con Wonderwall, de Oasis, te enseñaré la música, mi música, tal vez te guste. Esperaré pacientemente a que te duermas, me quedaré mirándote. Te leeré las mejores historias. Te acompañaré al colegio todos los días,
todos los años, hasta que seas lo suficientemente mayor para decir que llegarás tú solo. Te llevaré a los mejors sitios que he visitado, y descubriremos nuevos juntos. Todo sonará mejor con los latidos de tu corazón. Iremos a ver partidos de fútbol, veremos en casa. Te daré todo el cariño que sepa darte, y te cuidaré lo mejor posible. Serás pequeño, pero para mí, serás lo más grande. Te veré crecer mientras yo envejezca.

Porque solo fuiste un pequeño bulto a punto de nacer. En cuatro meses vendrías a la vida... Tal vez debías quedarte ahí, pero nosotros todavía no entendemos por qué.

Teresa Lara Martos, 3ºB. Segundo premio de la modalidad de narrativa.

Tercer premio de la modalidad de narrativa del concurso literario

 
Breathless 

Abrí los ojos y miré de lado a lado sacudiendo la cabeza. Notaba un fuerte dolor en la cabeza, como si me estuvieran presionando con muchísima fuerza. Estaba un poco aturdido y me di cuenta de que me encontraba en una habitación de hospital, así que me levanté de la cama y de un tirón arranqué todas las agujas que me suministraban los sueros. Mi brazo empezó a sangrar y yo no tenía apenas fuerzas, por lo que me tuve que apoyar en una de las sillas que había en la habitación para poder abrir la puerta y salir de aquellas paredes claustrofóbicas. No recordaba cómo ni por qué había llegado allí.

Al salir me vio una enfermera, que rápidamente vino hacia mí y me hizo retroceder hasta mi cama. A ella se le sumaron dos médicos más que intentaron volverme a colocar los sueros y una vez puestos en su sitio empezaron a preguntar.
-¿Recuerdas quién eres? – me dijo el médico más alto. Este iba apuntando cosas en una pequeña libreta y me miraba fijamente tras los cristales de sus grandes gafas.
-¡Claro que sé quién soy! ¿A caso hay alguien que no sepa quién soy? –Le contesté con ira- ¡Soy Danny Gray, vocalista de Escape the Fate!
- Todos le conocemos Sr. Gray, esto es solo un cuestionario rutinario, nada más.
El médico continuó con el interrogatorio y yo respondía a las preguntas intentando hacer memoria, aunque lo que yo tenía eran más que simples lagunas mentales. Poco a poco empecé a recordar con mucha más claridad y los recuerdos me venían en oleadas a la cabeza…
- Recuerdo que quedaban pocas horas para el concierto que íbamos a dar en la ciudad y Blake y yo queríamos salir antes de tener que ir a prepararnos así que convencimos al resto del grupo para ir a un local cercano –Empecé diciéndole al médico. Al entrar todo estaba llenísimo y fuimos directamente a la barra para pedir algo.
Un empujón me sacó de mis pensamientos y de pura rabia, mis dedos apretaron con tanta fuerza el vaso que acababa de coger, que lo rompieron haciendo que los cristales me cortaran en la mano –Continué explicándole. La sangre empezó a mancharlo todo, me giré y le pegué un puñetazo al que me había empujado así que Blake decidió separarme. Un puño cerrado impactó en mi labio y Blake, que no se pudo contener, se unió a la pelea.
Nos echaron del bar y magullados, empecemos a andar por la calle. Le dije a Blake que nos fuéramos para el hotel, dentro de poco teníamos que estar preparándonos para el concierto. Este asintió y nos fuimos andando. Mientras andábamos sentí que algo me golpeaba en la cabeza y perdí el conocimiento.
-¿Recuerda quién le golpeó? –me preguntó el médico.
-Claro que no, vino por la espalda y me golpeó, además caí incosciente. Pregúntale a Blake, el tiene que haberlo visto.
-Ya le preguntemos –me respondió el doctor. Dice que no vio nada.
-De todas formas, doctor, no hay que ser muy inteligente para saber quien lo hizo, seguramente fue el del bar.
Así acabé de redactarle al doctor lo que había ocurrido y este se guardó las gafas y se marchó con su libreta en la mano después de haberlo apuntado todo, dejándome solo en mi habitación.
Lo que no le había contado al médico era que solo me apetecía ir de fiesta y beber ya que la gira que había comenzado hace un mes me había hecho dejar a una de las personas a las que más quería. Yo mismo sentía que estaba perdiendo la cabeza, la fama me corrompía en ese momento y mi egocentrismo había conseguido que dejara atrás a todas las personas menos a los de la banda. Ella no me lo perdonaría nunca. Eso mismo me dijo tras lanzarme a la cabeza casi toda la vajilla. Después de todo lo que le había prometido, me había comportado como un imbécil inmaduro. Me había convertido en la clase de persona que yo criticaba, me había convertido en un egoísta que solo buscaba la fama, el dinero, y salir en las portadas de las revistas de música sin importar el precio de ello ni a quién se tuviera que llevar por delante.
Al día siguiente me dieron el alta y el médico me prohibió el alcohol hasta que acabase de tomarme los medicamentos.
Aplacemos los demás conciertos de la gira, ya que gracias al incidente, nuestros fans se habían quedado sin concierto y nosotros lo queríamos dar así que por la noche lo dimos y todo salió perfecto. Para celebrarlo, Blake y los demás del grupo salieron y yo no quería quedarme amargado en el hotel así que salí con ellos a pesar de las advertencias del médico. Fuimos al mismo local de la última noche y no nos dejaron pasar por lo que tuvimos que buscarnos otro. Encontramos uno que parecía estar muy bien y dentro había mucha gente. La música y el ruido me retumbaban en la cabeza pero a mí me daba igual porque yo había ido allí a pasármelo bien.
Bajemos los escalones de la entrada y en una de las mesas que estaban cerca de la barra vi a una mujer que captó toda mi atención. Se parecía mucho a la mujer que mi orgullo había abandonado y por eso miré para otro lado e intenté ignorarla.
Le hice poco caso al médico, un concierto como el que habíamos acabado de dar se merecía su celebración. Mientras hablaba del concierto con Jason, el bajista, la mujer a la que había intentado ignorar se acercó con media sonrisa en la cara. Yo miré a Jason y ella me susurró al oído:
-¿Ya no me recuerdas? –Dijo con sarcasmo.
No dije nada. Mejor dicho, no pude decir nada. No entendía por qué había viajado hasta allí, ni cómo me había encontrado en aquel bar. Mi corazón se puso a latir muy deprisa, de rabia, yo no sabía el por qué de esa rabia. Ni Jason que miraba hacia otro lado ni yo, demasiado enfadado, vimos como esta mujer deslizaba la mano y metía una pastilla en el que era mi quinto vaso de whiskey a la vez que me cogía del cuello de la camiseta y me llevaba hasta la planta de arriba. Yo con una mezcla entre nerviosismo y enfado cogí el vaso y me lo bebí de un trago.
Una vez arriba, rodeó mi cuello con sus brazos, me miró a los ojos y me dijo:
-Te lo has ganado –Me dijo con una sonrisa burlona mientras me empujaba contra un sillón.
Se fue. Yo intenté levantarme para ir detrás de ella pero noté una punzada en el pecho. No podía respirar.
-¡Danny! – Escuchaba a Jason llamándome a lo lejos pero no lo veía
Al encontrarme llamó a una ambulancia, que llegó rápidamente entre sus gritos de desesperación, que veía como se cerraban ante él las puertas de la ambulancia conmigo dentro.
Siempre había pensado que acabaría de esa forma, de la misma forma que había vivido.

Javier Bolaños Moreno. 4º A. Tercer premio de la modalidad de narrativa.

Tercer premio de poesía del concurso literario

Razones para ser feliz

Si quieres saber razones
por las que debes ser feliz
en este poema
te las voy a decir.

Lo primero, tu familia,
te quiere más que cualquier amigo,
más que cualquier persona
de este inmenso mundo.

Segundo, tus amigos,
esos de toda la vida,
los que estuvieron ahí siempre
los que vivieron tus locuras junto a ti.

Tercero, piensa que algún día,
esperado o inesperado,
aparecerá esa persona
que estará siempre a tu lado.

¿Y quieres más razones
por las que debes sonreír?
Pues en la siguiente estrofa
te las voy a decir.

Deberás sonreír
solo por vivir,
porque este bello mundo
está hecho para ti.

Encarnación Muñoz Pascual. 1º A

Segundo premio de poesía del concurso literario

Mi mundo ideal

Volaré,
como una paloma,
con sus alas de fina pluma.
Correré,
como una liebre,
libre por las montañas.
Nadaré,
como un pez,
en esas aguas turbias.
Cantaré,
como un pajarito conquistado,
tratando de enamorar,
con elegante canto.
Y soñaré,
como nunca he soñado,
imaginando cosas que nunca existieron
e intentar inventar algo,
que alimente a este mundo de locos.
Este es mi poema,
y así lo presentaré.

Isabel Vegas Reguero. 1ºA.

Primer premio de poesía del concurso literario

¿Qué es la foto?

¿Qué es la foto?
¿Una imagen,
que describe el paisaje?
¿Un pedazo de alma,
llevado a la calma?
¿O una imaginación,
que me lleva a la acción?

¿Qué es la foto?
Un portal,
que me lleva a cualquier lugar?
¿Un pasado,
que queda plasmado?
O un papel,
donde impacto un momento con el?

¿Qué es la foto?
¿Una tontería,
que la tomas como el entretenimiento del día?
¿Algo rompible,
que hace que sea sufrible?
¿O algo tan simple,
como recuerdos imprescindibles?

Elizabeth Molina Taylor. 1º A

Logotipo de la Biblioteca escolar


¡Por fin nuestra Biblioteca escolar dispone de un logo! Tras varios intentos, Ángela Moreno Córdoba, de 4º de ESO-A, recibió de las musas la suficiente inspiración como para crear el que será el logo de la biblioteca de aquí en adelante.

En una sociedad en la que “a lo visual” se le da tanto valor, el logotipo se incorporará a toda la documentación relativa a la  biblioteca, de ahí su importancia. Sobre fondo negro aparece un libro con el nombre de la biblioteca junto a una @  y el planeta Tierra, como símbolo de la biblioteca universal.

Agradecemos a Ángela su trabajo y al profesor de Plástica, Paco Viedma, el esfuerzo de motivación que trasmitió a su alumnado. ¡Enhorabuena!