martes, 14 de diciembre de 2010

V Concurso Literario. III Premio de Narrativa

VACACIONES 09

Hacía ya dos horas que habíamos partido de la ciudad. El viaje se me estaba haciendo larguísimo, sin mencionar que el pesado de mi hermano pequeño, Lucas, no se callaba ni debajo de agua.
-Papá, ¿cuánto tiempo queda para llegar?- preguntó por enésima vez.
-No mucho, hijo ¡Mira, allí se ve el pueblo, a lo lejos!
Mi padre había cambiado bastante desde la muerte de mi madre. Ahora era un hombre mucho menos estricto que antes. Hacía ya más de un mes desde que mi madre había sufrido aquel terrible accidente que nos dejó a todos sin aliento, pero mi padre seguía deprimido. Trabajaba muchísimo y casi siempre fuera de la ciudad, así que no podía hacerse cargo de nosotros durante las vacaciones. Por este motivo llevábamos dos horas de viaje. Nos disponíamos a pasar las vacaciones en un pueblo perdido en la montaña. Allí vivía mi abuela materna, a la que no visitábamos desde hacía ya bastante tiempo, y que se haría cargo de nosotros mientras duraran las vacaciones.
Mi abuela vivía alejada del pueblo, en una gran casa de campo en la montaña. Su casa estaba cerca de un gran lago rodeado por un espeso bosque al que nunca nos dejaban acercarnos.
Yo no quería ir a aquel lugar que desde siempre me había parecido siniestro, además de eso, no quería separarme de mis amigas. Pero mi padre me había obligado. Mi hermano, sin embargo, de solamente cinco años, no se daba cuenta de nada, y estaba deseando llegar para zambullirse entre las aguas del lago. Pero yo ya tenía quince años y me había dado cuenta de lo delicada que era la situación, había escuchado más de una vez a mi padre llorando solo en su habitación. Jamás había visto u oído a mi padre llorar, ya que siempre había sido una persona muy alegre y divertida, a pesar de todo el tiempo que pasaba fuera de casa trabajando.
Ese treinta de junio hacía un calor horrible, y a medida que iba pasando el tiempo, más aumentaba la temperatura. Ya habíamos entrado en el pueblo, parecía un pueblo desierto, no había ni un niño por la calle. De repente, el coche empezó a emitir ruidos raros, y se paró de golpe. Mi padre se bajó para ver qué ocurría, mientras mi hermano y yo nos quedamos en el coche.
-Tengo malas noticias, el motor se ha estropeado y necesitaremos buscar ayuda- dijo mi padre preocupado.
-¡Lo que nos faltaba!- dije muy alterada.
-No te preocupes, Gema. Tocaremos en alguna casa para ver si pueden ayudarnos- me contestó para tranquilizarme.
Pasado un rato continuamos con nuestro viaje, y media hora después llegamos a casa de la abuela. Ella estaba sentada en el porche haciendo punto.

-¡Hola, Laura!- dijo mi padre entusiasmado. Siempre se había llevado muy bien con mi abuela.
-¡Muy buenas, Raúl!-contestó ella con el mismo entusiasmo.
-¡Hola, niños!- dijo dirigiéndose a nosotros.
Mi hermano y yo respondimos enseguida al saludo de nuestra abuela.
La verdad es que me impactó verla después de tantos años, ya que estaba más vieja y deteriorada por la edad.
Mientras mi padre se quedó hablando con mi abuela, Lucas y yo fuimos a dar un paseo por los alrededores. Estábamos al principio del verano, y por eso todo el bosque poseía los tonos verdes característicos de la estación. A su vez el lago estaba por debajo de su nivel normal, aunque sus aguas seguían siendo tan cristalinas como siempre. Lo único que había cambiado en el paisaje era que la pequeña casa del pescador ya no estaba. Este pequeño detalle me extrañó mucho, pero no le di mayor importancia. Pasado un rato decidimos volver a la casa, Lucas quiso quedarse balanceándose en un columpio que mi abuelo fabricó para mi madre cuando era una niña. Mientras tanto, yo quise volver a la casa. Cuando me disponía a subir las escaleras para entrar en el porche, me di cuenta de que una ventana estaba abierta, y justo detrás de ella se encontraba la habitación en la que mi abuela y mi padre conversaban. La curiosidad hizo acto de presencia en mí, y me coloqué debajo de la ventana para oírlos.
Escuché a mi padre decir que nos había llevado a ese lugar tan apartado y tranquilo porque no quería que los rumores de la gente nos hicieran daño a mi hermano y a mí. También escuché la súplica de mi padre a mi abuela de que nos cuidara muy bien y que nunca nos dijera algo que no pude escuchar. A causa de estas palabras de mi padre, me quedé muy extrañada y raramente triste, pues la voz de mi padre sonaba demasiado alicaída para sólo tres meses que íbamos a estar sin verlo. Me asusté, ya que había algo escondido que no iba a saber, y que seguramente sería la causa del estado de ánimo de mi padre.
Acto seguido entré en la casa, y mi padre y mi abuela se callaron repentinamente. Se levantaron del sofá y se dirigieron hacia la puerta. Preguntaron por Lucas y yo les dije que se había quedado en el columpio. Al oír mis palabras se pusieron muy nerviosos y corrieron hacia el columpio tan rápido que no los pude alcanzar. Cuando por fin llegué al lugar donde se encontraban, me di cuenta de que mi hermano ya no estaba allí. Las expresiones de mis familiares transmitían su preocupación, y nada más verlos así me terminé de convencer de que algo no marchaba nada bien. Les pregunté pero no obtuve respuesta alguna, sólo conseguí las lágrimas de mi abuela.
Volvimos a la casa, para llamar a la policía. Y veinte minutos después había alrededor de la casa de mi abuela cuatro coches patrulla. Mientras mi padre les daba los datos y les describía a mi hermano, mi abuela me preparó una tila para que me calmara. Le pregunté qué era lo que ocurría, pero mi abuela era tozuda, y por más que le insistía no obtenía respuesta. Así que decidí buscar yo misma la respuesta a mi pregunta.
Subí las escaleras apresuradamente, pues había escuchado a mi abuela decir que siempre guardaba las cartas que recibía en su mesita de noche, y yo había visto a mi padre más de una vez escribir cartas a mi abuela.
Me dirigí hacia su habitación silenciosamente, para que nadie me escuchara, y entré.
Estaba todo en perfecto orden y olía muy bien a su perfume. Fui a su mesita de noche, abrí el cajón y allí estaba. Era un gran paquete que contenía un montón de cartas. Busqué una carta que tuviera una fecha cercana a la fecha de la muerte de mi madre. Enseguida la encontré porque estaban ordenadas por la fecha.
Me dispuse a leer la carta, escrita por mi padre, dirigida a mi abuela. La grafía estaba muy cuidada, y en la esquina inferior derecha se podía observar la marca de una lágrima. Decía:
“Querida Laura: A 15 de mayo de 2009
Me duele mucho tener que comunicarte esto, pero tienes que saberlo. Susana, tu hija, ha muerto trágicamente. Al parecer alguien la ha matado mientras volvía del trabajo. Todavía la policía está investigando pero mientras tanto quiero pedirte por favor que te encargues tú de los niños. Tengo miedo de que la gente empiece a comentar delante de ellos y puedan sufrir más todavía.
Además, los niños creen que su madre ha muerto en un accidente de tráfico y yo tengo que trabajar durante las vacaciones. También quiero alejarlos de cualquier persona que les pueda decir la verdad. Yo quiero que más adelante, cuando se descubra quién ha sido el asesino, decirles la verdad. Pero mientras tanto prefiero que todo sea como digo. ¿Podrás ayudarme?
Contéstame pronto.
Espero tu respuesta.
Raúl”
Cuando terminé de leer la carta se apoderaron de mí unas ganas de llorar impresionantes, pues mi padre me había mentido con la muerte de mi madre, mi hermano estaba desaparecido por mi culpa y mi abuela no había querido decirme la verdad. Pero reaccioné deprisa y pensé que mi abuela seguro había respondido a la carta de mi padre. Empecé a buscarla y poco después la encontré. Ésta decía:

A 23 de mayo de 2009
“Querido Raúl
No sabes la tristeza que siento, pero hay que seguir viviendo así que estoy dispuesta a aceptar tu petición. Tráemelos cuando les den las vacaciones y quédate tranquilo. En cuanto a lo del asesinato sé quién ha podido ser.
Hace tres años, un pescador que vivía cerca de aquí, en la otra orilla del lago se endeudó conmigo y no quiso pagarme la deuda. Estaba loco y no iba a entrar en razón, así que lo denuncié y salió perdiendo.
Juró vengarse de mí, yo, asustada, se lo conté a la policía y mandaron una orden de alejamiento, ya no vive aquí.
Seguramente mi pobre hija ha pagado el juramento de ese hombre. Informa a la policía de ello, espero tu respuesta.
Laura”
Bajé apresuradamente a la cocina, lugar en el que se encontraba mi abuela. Le dije que había leído las cartas y se rindió.
Me dijo que no me preocupara por ese hombre, que la policía ya lo estaba buscando.
Intentó tranquilizarme pero no lo consiguió, pues yo no había olvidado la desaparición de mi hermano. Le mencioné que si había alguna posibilidad de que ese pescador lo haya podido raptar, ella me contestó, muy a su pesar, que sí, en un tono turbado.
A continuación de la conversación con mi abuela, entró mi padre en la habitación. Y mi abuela lo puso al tanto de que yo ya lo sabía todo. Pero eso no puso nervioso a mi padre, pues por una vez en un mes y medio, su expresión había cambiado. No parecía tan preocupado como siempre. Es más, su cara hacía un pequeño alarde de felicidad y tranquilidad. Detrás de él estaba mi hermano, lleno de barro, llorando pero sano y salvo. Al parecer, se había ido a explorar campo sin el permiso de nadie. Además de esa buena noticia, la policía acababa de comunicarle a mi padre que ya se había encontrado al asesino de su mujer.
Al final no acabó todo tan mal como me parecía. Aunque mi hermano y yo nos quedamos allí todo el verano.
La policía se fue enseguida. Y mi padre, aunque partió con el susto en el cuerpo, se despidió de forma muy cariñosa de los tres. Pues de alguna manera, se quitó un gran peso de encima al saber que el asesino ya estaba entre rejas, y que nosotros ya no corríamos ningún peligro.
En cuanto a nuestra estancia en casa de la abuela, no se hizo tan larga como esperaba. En realidad me lo pasé bien e hice amigos en el pueblo. Conocí a tu padre también…
-¡Oye!, ¿me estás escuchando?
-Sí, mamá. Ya me has contado lo mismo un montón de veces. Ahora viene que me cuentes que casi te ahogaste en el lago y que al abuelo Raúl lo ascendieron en el trabajo, y que por eso pudo pasar mucho más tiempo con vosotros.
-Sí, y además nos fuimos a vivir al pueblo con mi abuela Laura.

Julia Mª Díaz Liñán

sábado, 11 de diciembre de 2010

V Concurso literario. II Premio de Narrativa

ASESINATO EN EL AL-ÁNDALUS EXPRESS

Me despierta el teléfono a las tres de la madrugada del sábado 9 de junio. Palpo los objetos de la mesita de noche hasta dar con el teléfono, miro quien llama, el número no me resulta familiar pero aún así lo descolgué.

— ¿Estoy hablando con Fernando Rojas? Soy Juan León, inspector de policía de la Estación de Tren de Santa Justa, Sevilla, ¿la conoce?

¿Trenes? ¿Sevilla? ¿Qué querrá a estas horas? — pensé, casi dormido. Sí, soy yo. ¿Qué sucede?

Creemos que ha ocurrido un homicidio. Hemos encontrado un varón, de raza blanca y unos 30 años, ahorcado en el vagón privado del Al-Ándalus Express, con unas extrañas marcas en su torso y un rosario en su mano izquierda. — dijo el inspector León.

¿El Al-Ándalus Express, ese tren no se encontraba en el museo de ferrocarriles? — dije un tanto desconcertado.

Efectivamente, Sr. Rojas. Pero con motivo de su bicentenario recorre el trayecto que realizaba antaño, desde Huelva, donde salió a las once de la noche, hasta Almería, pasando por todas las capitales de provincia de Andalucía, en un itinerario nocturno, para dirigirse finalmente a la base militar del Cabo de Gata. —Explicó Juan León — Bueno, vayamos al grano, ¿acepta la propuesta de investigar el caso?

Por supuesto que la acepto — afirmé.

Dese prisa, por favor, el coche le está esperando. ¡Ah!, coja su equipaje, lo necesitará. — dijo León justo antes de que colgara.

Me vestí apresuradamente, seleccioné tres o cuatro trajes al azar, ya que deduje que emprendería un viaje en el Al-Ándalus, y cogí mi ordenador portátil. Llegué a la calle lo más rápido que pude, allí, frente a mi casa, vi esperándome un Clase S, pero no uno cualquiera, era el 63 AMG. El chófer se bajo del asiento del conductor, y tomó mi equipaje amablemente para guardarlo en el maletero. Me acomodé en las plazas traseras, y en apenas cinco minutos ya estaba bajando del Mercedes y caminando hacia la puerta principal de la estación sevillana. Allí vi tres personas, dos policías uniformados y otro con traje. Supuse que este último sería el inspector Juan León. Me acerqué hasta ellos, el hombre trajeado se adelantó y me estrechó la mano.

Inspector jefe de la policía ferroviaria, Juan León. Supongo que usted debe de ser… — se presentó el inspector.

Fernando Rojas, investigador retirado del CECIF—seguí.

Como ya le he comentado, hemos encontrado un varón de raza blanca, de unos treinta años ahorcado en el vagón vip del tren, con unos extraños signos en su torso y un rosario en su mano izquierda. Hemos acabado de identificar su identidad, es un párroco de una iglesia de Nervión, aficionado a los trenes, que compró unos de los cien pasajes que salieron a subasta para el viaje del bicentenario. Nos ha llamado la atención en la escena del crimen que debajo de la horca no hay nada donde ha podido subir primero el padre para ser ahorcado, como una silla tirada, una mesa, etc. Además, ese no era su vagón, era el reservado al presidente, que en ese momento se encontraba en la locomotora. No se sabe como el párroco, ni su asesino pudieron acceder a él, pero el asesino debe de ser una de las ciento cincuenta personas que viajan en el tren. Se me olvidaba, para nuestra llegada a la base, donde será la recepción del presidente Zapatero con el jefe de dicho complejo militar, el crimen deberá estar resuelto, además, nadie, absolutamente nadie, puede saber lo ocurrido. Tenemos hasta las ocho de la mañana para investigar el vagón, hora en la que el viaje se reemprenderá, ya que “se ha parado por problemas mecánicos”. El cuerpo lo descubrió un escolta del presidente. — explicó Juan León de camino al tren.

El tren estaba rodeado de policías, algunos del CECIF. Entramos al último vagón, la escena del crimen. Dentro había un par de policías. Eché un vistazo rápido al interior del compartimento, todo parecía en orden, sin señales de lucha, ni pisadas, nada, todo como lo dejó el presidente.

Me acerqué al cuerpo y miré su rostro, un rostro blanco, con ojos negros y ensangrentados. Después miré los extraños símbolos, que tenían forma de triángulos. En las uñas no había restos de piel, por lo que descarté la posibilidad de lucha con su agresor, y al no tener signos de ningún golpe o impacto de bala o arma blanca pude deducir que le obligó de alguna manera para que se suicidara. El forense certificó la hora de la muerte a las doce aproximadamente, un tanto extraño, ya que, según el planing del presidente a esa hora él todavía se encontraba en su vagón. El cadáver se lo llevaron al Instituto de Anatomía Forense de Sevilla. Investigué el vagón cuidadosamente y no pude encontrar nada, absolutamente nada, solo una pequeñísima mancha de agua, según un test inicial, de unos tres o cuatro centímetros cuadrados debajo de donde se encontró el cadáver. Lo único que tenía hasta ahora era un rosario de oro, un extraño símbolo con forma de triángulo y la mancha de agua que a estas horas, las siete y media, ya estaría seca.

El inspector me acompañó hasta el vagón que tenía habilitado para descansar y seguir investigando. Allí vi mi maleta, que le entregué horas antes a un joven policía. Después me enseñó rápidamente el resto del tren, ya que en unos cinco minutos los pasajeros volverían a embarcar.

Saliendo ya de la estación de Málaga, y al pasar por Cádiz, cerca de las dos de la tarde irrumpió un policía en el vagón donde estábamos trabajando. Paró un instante a recuperar el aliento y dijo que habían robado información clasificada que se transportaba a la base de manera secreta, todos nos alarmamos, además, el congelador de la nevera del presidente estaba vacío, eso no me pareció relevante, pues el robo de los documentos fue lo que me alarmó.

Minutos más tarde sonó el teléfono:

—Fernando, soy Esther, la forense.
— ¿Ya ha realizado la autopsia? ¿Sabe cuál es la causa de la muerte?
—Sí, asfixia. También he encontrado restos de una sustancia de la que no he podido reconocer su origen. Bueno, cuando tenga más novedades te llamaré de nuevo.
—Entendido. Adiós.

Tardé media hora más en averiguar por qué el congelador estaba vacío. El cura utilizó un bloque de hielo para subir y poder ahorcarse, pero, ¿por qué? Estaba confuso, ya no sabía si era un homicidio o un suicidio totalmente voluntario. Pero ¿y los documentos? ¿Y los símbolos?

Cuando llegamos a Córdoba, al entrar en una zona wi-fi envié unos e-mails a viejos amigos e investigué el extraño símbolo con forma de triángulo. Era la pirámide del ojo que todo lo ve, signo francmasón que aparece en el reverso del billete de un dólar. Inmediatamente fui a buscar al inspector Juan León.

— ¡Inspector, inspector!
— ¿Qué desea Fernando?
—Quiero hablar con usted en privado, sobre los documentos.
—Pues hablemos.

Nos dirigimos a mi vagón, por el camino hasta él, intentando atravesar la muchedumbre que había en la estación, vimos una camilla que se alejaba del Al-Ándalus Express a toda prisa, y con un hombre de León.

¿Qué contienen exactamente los documentos, León? Dígamelo.
Me temo que no puedo decírselo Fernando, como ya le advertí, es información clasificada, a la que ni siquiera yo tengo acceso, solo algunos peces gordos.
¿Y usted quiere que resuelva el caso? Si no colabora, no podré encontrar al asesino, ni al ladrón de los documentos, ¿lo entiende?
Eh…sí. Pero no puedo revelarle la información, aunque quisiese, no puedo. ¿Usted comprende eso?
No lo comprendo. Por favor, déjeme pensar.

Entonces recibí un e-mail de un amigo que me debía un favor, en él me detalló todo lo posible el contenido de los documentos, se trataba del proceso a seguir para obtener un sucedáneo del petróleo, químicamente igual a éste, con la misma efectividad y a un precio un cincuenta por ciento inferior. Entonces comprendí la situación y que cualquiera mataría por esos documentos, sobre todo si se tiene los conocimientos adecuados para elaborar el sucedáneo.

Ya lo tenía claro: era un homicidio en toda regla, ahora debía resolverlo. En él había dos “partes” unidas, la iglesia y la ciencia, un sacerdote asesinado y una forma de fabricar un sustituto del petróleo, por algo que les unía, el dinero. Al menos eso me pareció a simple vista, pero después recordé un libro que leí hace mucho tiempo, sobre los iluminati, una “secta” de científicos, que perseguidos por la iglesia y condenados por ella a muerte, se reunía a escondidas, para tramar contra ella asesinatos, robos… en propiedades de ella, tenía sus altares en templos religiosos, altares dedicados a los cuatro elementos, tierra, agua, fuego, aire, además, algunos eclesiásticos eran iluminatus, otro nexo que puede ser más coherente. Un iluminatus que asesine a un sacerdote, roba la fórmula del sucedáneo, huye y se hace rico. Todo encajaba, excepto la muerte del sacerdote, para qué.

Entré al vagón donde se encontraban León y sus hombres, y dije que quería una lista de todos los científicos y cerebros que viajaban en el Al-Ándalus. Tras una media hora la tenía en mis manos y encontré un posible sospechoso, la persona que se dirigía a la ambulancia a toda prisa desde el Al-Ándalus, era un científico que desapareció un año en Malí, sin que nadie supiera nada de él y ahora desembarca del tren. Llamé al hospital de Córdoba Reina Sofía, al que debería haber llegado hacía un cuarto de hora, y después a todos los de los alrededores, pero nada, no había ni rastro de la ambulancia ni del científico.

Ring, ring, era el móvil de León, habló un minuto, y a medida que transcurrió ese minuto su cara empezó a palidecer, entonces colgó.

—Señores, la ambulancia que trasladó a nuestro científico ha sufrido un accidente. Se han encontrado tres cuerpos, falta uno, y no creo que sea el de ningún sanitario.

Fue ahí cuando el rompecabezas encajó: el científico obligó al sacerdote a suicidarse tras haberle suministrado la extraña sustancia, le tatuó el ojo que todo lo ve como firma y lo asesinó con el hielo, sin tocarle, como venganza ante la iglesia y para despistarnos a todos y que tuviera tiempo de huir a Malí, donde tendrá un laboratorio con todo lo necesario para fabricar el sucedáneo y enriquecerse.

Finalmente el Al-Ándalus llegó a Almería, y yo regresé a mi piso en Sevilla, aún sin saber el paradero del científico, y si el culpable es él, porque aún recuerdo la incoherencia de la conversación que mantuve con León, pues primero dijo no tener conocimiento de la información de los documentos, y después, que aún queriéndome decir su contenido, no podía hacerlo. ¿Será él el asesino? ¿Y el que robó la información?

Abril de 2010
José Luis Gómez Roda

miércoles, 8 de diciembre de 2010

V Concurso literario. I Premio de Narrativa

Frente a las margaritas…

Mamá, hoy hace muy buen día… ¿a que sí? ¿ Te has fijado en las margaritas? Están preciosas.
Anda, coge un ramo y regálaselo a tu padre. Dale una alegría por una vez.


Es curioso cómo a veces te acuerdas de los detalles más insignificantes de tu vida, recuerdas cosas que, a simple vista, no tienen ninguna importancia en su transcurso.

Y parece que haga ahora una eternidad de eso. Todavía me acuerdo; era un día de primavera, ese año había llovido muchísimo y yo estaba contentísima de que hiciese sol. Tenía diez años.
Sin embargo, ahora, no consigo intercambiar más de tres palabras con mi madre. Es como si algo me oprimiera las cuerdas vocales para impedirlo, una continua sensación de soledad y rabia al mismo tiempo. No hemos vuelto a ser las mismas desde aquel accidente, desde que mi padre murió.

Estábamos las dos sentadas en el salón, llovía, y mi padre venía de camino a casa después de trabajar. Una tarde normal de un día normal. Después de que pasaran unas tres horas, mi madre, ya preocupada decidió llamarle, pero lo único que obtuvo por respuesta fue el típico: “El teléfono al que usted llama se encuentra apagado o fuera de cobertura”. Llamó a la oficina, y le dijeron que había salido a su hora normal. Cuando llegaron las once de la noche y mi padre seguía sin aparecer, mi madre estaba desesperada, sentada en la cocina con las manos en la frente y la cabeza gacha. De repente, el teléfono empezó a sonar, y mi madre se lanzó a por él. Yo observaba como, a a cada palabra que mi madre recibía del otro lado del teléfono, su cuerpo comenzaba a temblar y sus piernas se aflojaban hasta obligarla a sentarse. Colgó, y las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas, aumentando a cada momento que pasaba, rota por el dolor. Fui hacia ella y la abracé, todavía en estado de shock. En realidad, no necesitaba que me dijera lo que había pasado, ya me lo imaginaba. No sé cuanto tiempo estuve abrazada a ella, supongo que el suficiente para que recobrara un mínimo de fuerza para llamar a mi familia y contárselo todo, no sin antes, claro, decírmelo a mí.

Esa noche, mi madre fue acompañada por mi abuelo al hospital donde se encontraba el cuerpo de mi padre mientras yo, tendida en mi cama, aislada de los llantos que en aquel momento se producían en la planta de abajo de mi casa, procedentes de mi abuela (que se había quedado a cuidar de mí) comenzaba a asimilar lo que había pasado, a creérmelo, a asumir que, a partir de ahora, mi padre no estaría en casa para despertarme los fines de semana, ni prepararme el desayuno, ni regañarme… simplemente, no estaría. Se había ido. Entonces, un dolor desgarrador comenzó a taladrarme el pecho, yo lloraba, lloraba y llamaba a mi padre en la oscuridad, sin obtener respuesta, muerta de miedo. No soportaba la idea de que no estuviera aquí junto a mi madre y a mí, de lo diferente y extraño que se haría todo a mi alrededor a partir de ese momento…
Y así fue, mi vida cambió totalmente de perspectiva, mi madre contrajo depresión, todo pareció desvanecerse en un enorme agujero, no sentía ni frío ni calor, ni hambre, ni sueño, sólo la ausencia de mi padre y el dolor de mi madre. La gente trataba de animarme, consolarme, y se lo agradecía, pero no lo conseguían, nadie podía hacerlo.

Así pasó mucho tiempo; tiempo en el que me encerré en mí misma, en mi dolor. Mis notas bajaron considerablemente, mis amigos dejaron de querer estar conmigo, mi sonrisa, permanente hasta entonces en mi cara, se borró. La mayor parte del tiempo me dedicaba a cuidar un poco a mi madre, que casi no hablaba conmigo, y a sentarme en el jardín de la parte de atrás de mi casa, escuchando música y recordando las tardes que pasamos los tres aquí, arreglando el jardín y, sobre todo, plantando las margaritas...esas margaritas. Era como una tradición, lo hacíamos siempre, y yo había seguido haciéndolo. No podía dejar que eso también se esfumara, como todo lo demás. A parte de eso, lo único que hacía era visitar a mi psicóloga junto con mi madre, que poco a poco parecía ir recuperándose.

Un día de esos, sentada frente a las margaritas, fue cuando se me vino a la cabeza ese momento, ese día de primavera y ese ramo... Y entonces, decidí llevarle uno a mi padre, sería mi recuerdo, me mantendría cerca de él. A partir de entonces, llevaba uno a su tumba cada semana, hablaba con él, lloraba, recordaba. Creo que esto estuvo haciéndome mejorar. Llevaba con esto un año, y mi psicóloga decía que había mejorado mucho, aunque yo seguía sintiéndome diferente a los demás, seguía haciendo cosas distintas a los demás. Veía como las que una vez fueron mis amigas reían, se divertían, salían, en definitiva, vivían. Y yo, por el contrario, seguía estancada en un momento de mi vida, no avanzaba, no aprendía.

Tocaba llevarle margaritas a mi padre, y por una vez, mi madre quiso venir conmigo.Tuvimos una conversación, una, después de tanto tiempo. Se le veía mejor, más viva, pero todavía tenía los ojos morados y estaba muy delgada.

¿ Cúanto llevas trayéndole las margaritas a tu padre?
Un año o así, llevo cuidándolas desde que murió.
¿ En serio?- me mira, asombrada- Y yo no me he dado cuenta hasta ahora… Hija, tienes que reincorporarte a la vida, ambas tenemos que hacerlo.
Ninguna de las dos estamos como para reincorporarnos a nada, mamá. En cuanto a mí, no creo que un par de amigas consigan cambiar como me siento.
Eso tú no lo sabes. Y, ¿ sabes qué? Voy a volver a trabajar. Ya es hora de que tus abuelos dejen de costearnos la vida.
- Y a nosotras,¿ qué nos ha pasado, mamá?
Que no he estado a tu lado cuando me has necesitado. Debería haberlo hecho. Por eso necesito intentar volver a ser la que era antes. Y tú también. Aprovecha ahora que se está terminando el verano y vas a volver al colegio. Cambia.

Después de aquella conversación, decidí que lo iba a hacer. Merecía la pena, y me di cuenta por primera vez, que después de aquel larguísimo periodo de letargo, tenía que despertar, y no me había dado cuenta de las ganas que tenía de conocer el mundo, todo lo que me rodeaba, saber como es vivir de nuevo. Quería ser una persona nueva, pero sobre todo, una persona normal.

Así, terminó el verano, y volví al instituto. Todo me parecía tan nuevo, tan mejorado, tan… vivo. Entré en clase: el mismo sitio, la misma gente, los mismos profesores, y la misma rutina que siempre había sido; y sin embargo, me pareció muy diferente. No hace falta decir que la gente ni siquiera me miraba, era como si no existiera para ellos. Por su parte, a mi madre le costó un poco reincorporarse, pero a todos les hizo muchísima ilusión que volviera a trabajar. Yo intenté hacer amigos, por lo menos creo que voy progresando, he empezado a salir otra vez, a hablar y a reírme. Mis anteriores amigas, aunque todas no, sólo las de verdad, me han recibido con los brazos abiertos, y me hacen sentir bien. Mis notas han vuelto a ser las que eran, y yo también. En cuanto al jardín, ahora, mi madre ha sido quien ha comenzado a ayudarme a plantar las margaritas, y hemos seguido llevándole a mi padre cada mes, hasta ahora.

Todo ha vuelto a la normalidad, todo. Todavía me dan pequeñas punzadas de dolor en el pecho cuando me siento frente a las margaritas, aunque ahora lo hago con mi madre; hablamos de él, de cómo era, y acabamos llorando y riendo al mismo tiempo las dos. Creo que estaría orgulloso de nosotras, al fin y al cabo, hemos hecho un gran esfuerzo.

Hoy estoy aquí, sola, sentada frente a las margaritas, mi madre ha salido a comer, aunque sabe igual de bien que yo que hoy es su cumpleaños. Cierro los ojos y me veo a mí, con diez años, ese día de primavera:

Toma papá. Me ha dicho mamá que te lo dé.
¿Siempre te lo tiene que decir mamá todo, eh?
No, es que a mí no se me había ocurrido.
Pues por eso mismo.
Bueno, pues si no lo quieres, dámelo.
No, sí lo quiero- dice, al tiempo que se ríe. Después, se pone serio- Pero ¿por qué no se lo das a ella?
Porque hoy es tu cumpleaños, no el de mamá.

Después se ríe otra vez, y me da un beso.

PAULA ORTIZ GODOY
Abril 2010

martes, 7 de diciembre de 2010

El instituto en el programa de la RTVA El club de las ideas.

El pasado día 22 de noviembre comenzó a reemitirse el programa aludido en el canal 2 de la RTVA y contó con la participación de dos alumnos de nuestro instituto: Paula Ortiz Godoy y José Luis Gómez Rodas, de 4º curso, ganadores del V concurso literario en la variedad de narrativa; aparecen acompañados por el poeta-cabrero y pintor, de 86 años, Lorenzo Molina Gutiérrez que recita poemas de su libro Quise contarte y que charla con ellos en el patio de su casa, mientras se oyen de fondo cacareos de gallinas, maullidos de gatos y píos píos de los pájaros que anuncian el otoño.

Libros de Inglés

1º ESO
Helen Brooke: Survive! Editorial Oxford
You are in a small plane, going across the Rocky Mountains. Suddenly, the engine starts to make strange noises ...Soon you are alone, in the snow, at the top of a mountain, and it is very, very cold. Can you find your way out of the mountain?
Helen Brooke: Mystery In London. Editorial Oxford
Six women are dead because of the Whitechapel Killer. Now another woman lies in a London street and there is blood everywhere. She is very ill. You are the famous detective Mycroft Pound; can you catch the killer before he escapes?
Tim Vicary: Police tv. Editorial Oxford
'Every day someone steals money from people near the shops. We must stop this,' says Dan, a police officer. The police use TV cameras but it is not easy because there are so many suspects - who is the robber?


2º ESO
Tim Vicary: The Elephant Man. Editorial Oxford
He is not beautiful. His mother does not want him, children run away from him. People laugh at him, and call him 'The Elephant Man'.
Then someone speaks to him - and listens to him! At the age of 27, Joseph Merrick finds a friend for the first time in his life.
This is a true and tragic story. It is also a famous film.
Rosemary Border: Lottery Winner. Editorial Oxford
Everybody wants to win the lottery. A million pounds, perhaps five million, even ten million. How wonderful! Emma Carter buys a ticket for the lottery every week, and puts the ticket carefully in her bag. She is seventy-three years old and does not have much money. She would like to visit her son in Australia, but aeroplane tickets are very expensive.

Jason Williams buys lottery tickets every week too. But he is not a very nice young man. He steals things. He hits old ladies in the street, snatches their bags and runs away...

Julie Hart: Cathy's Dream. Burlington Books

Cathy Harris lives in Cornwall (England). Her parents adopted her from an orphanage in Colombo, Sri Lanka. Fourteen years old she began to hald strange dreams. One day in the school, learned about genetics and identical twins and Cathy thought can have a twin sister. Your mum and she travelled orphanage of Sri Lanka. Finally after several adventures, discovered has got a twin sister. They have got different parents, but see holiday summer and everyday send e-mails. They are happy!!!!


3º ESO
Caroline Stevens: The Ghost of the Green Lady. Burlington Books
Billy Harrison goes to a new boarding school and he hears a mysterious legend about “The Ghost of the Green Lady”. On the night of 1st February, a green light appears over the lake near the school and people say it's the Green Lady. Billy decides to see the ghost and he goes to the lake. At the same time, strange things are happening at the school. A thief is stealing valuable objects and everyone's under suspicion. What is going on?

Ken Harris: The Hacker. Burlington Books

Tony Baker is accused of hacking into his schools computer system. His mum gets a letter from the Town Hall asking for a lot od money, but Tony and his friend Emma discover that the writer of the letter doesnt exist.

W. Jacobs: Monkey's Paw. Editorial Oxford.
Outside, the night is cold and wet. Inside, the White family sits and waits. Where is their visitor?
There is a knock at the door. A man is standing outside in the dark. Their visitor has arrived.
The visitor waits. He has been in India for many years. What has he got? He has brought the hand of a small, dead animal - a monkey's paw.
Outside, in the dark, the visitor smiles and waits for the door to open.


4º ESO
Erich Segal retold by Rosemary Border: Love Story. Editorial Oxford.
This is a love story you won't forget. Oliver Barrett meets Jenny Cavilleri. He plays sports, she plays music. He's rich, and she's poor. They argue, and they fight, and they fall in love.
So they get married, and make a home together. They work hard, they enjoy life, they make plans for the future. Then they learn that they don't have much time left.
Their story has made people laugh, and cry, all over the world.


Tim Vicary: Chemical Secret. Editorial Oxford
The job was too good. There had to be a problem - and there was.
John Duncan was an honest man, but he needed money. He had children to look after. He was ready to do anything, and his bosses knew it.
They gave him the job because he couldn't say no; he couldn't afford to be honest. And the job was like a poison inside him. It changed him and blinded him, so that he couldn't see the real poison - until it was too late.

Wilkie Collins: The Moonstone. Editorial Oxford

This popular series of readers has now been completely revised and updated, using a new syllabus and new word structure lists. Readability has been ensured by means of specially designed computer software. Words that are above level but essential to the story are explained within the text, illustrated, and then reused for maximum reinforcement.

jueves, 25 de noviembre de 2010

martes, 23 de noviembre de 2010

V CONCURSO LITERARIO DE NARRATIVA Y POESÍA 2009/10

A continuación incluimos los trabajos premiados.

POESÍA

PRIMER PREMIO

La sierra de mi pueblo

La sierra de mi pueblo,
nuestro mejor monumento,
nos rodea con su fuerza
y nos muestra su grandeza.

Su roca blanca, caliza
desafía al tiempo:
en invierno, cumbres nevadas,
en verano, rocas doradas.

Son montañas con secretos,
cuevas, manantiales…
y en cada excursión descubres
algo nuevo entre sus pinares.

Desde la altura de su pico,
divisas pequeñito el pueblo,
y en la cima de El Chamizo:
¡casi tocas el cielo!

Álvaro Carneros Repiso, 1º B


SEGUNDO PREMIO

Mi gata y sus cosas

Mi gata está enferma,
cosa que no puedo negar
porque si digo otra cosa
me vuelve a maullar.

Mi gata quiere comida,
no se la voy a dar
porque si se la doy
vuelve a engordar.

Mi gata tiene sueño,
no la voy a acostar
porque si la acuesto
vuelve a soñar.

Mi gata quiere escaparse,
no la voy a dejar
porque si la dejo
no la vuelvo a encontrar.

Mi gata tiene uñas largas,
no se las voy a cortar
porque si se las corto
ya no podrá cazar.

Mi gata maúlla mucho,
no la voy a callar
porque si la callo
mis vecinos no la volverán a escuchar.

A mi gata le gusta mucho investigar,
yo la voy a dejar
porque si encuentra algo valioso
seguro me lo entregará.

A mi gata le gusta jugar
y yo la voy a dejar
porque si no juega,
¿ qué va a hacer, se va a poner a bailar?

A mi gata le gusta saltar,
de tejado en tejado, explorar
y como no la deje
hasta se puede enfadar.

Mi gata está embarazada
y pronto gatitos tendrá,
¿quién quiere algún gato?
Es broma, si no los voy a regalar.

Laura Pérez Bueno, 2ºA



TERCER PREMIO

El amor

El amor es bueno,
a veces, malo como un trueno.
El amor es encantador,
o puede que sea pecador.
El amor es valeroso,
o puede que sea engañoso.
El amór es humilde,
¡ay, que no lleva tilde!
El amor es como un llevar,
y en ocasiones puede viajar.

El amor es como un hilo,
y puede ser tan largo como el río Nilo.

Javier Palacios Vegas. 1º B

lunes, 22 de noviembre de 2010

Lectura de Matemáticas

Carlo Fabretti: Malditas matemáticas - Alicia en el País de los números. Editorial Alfaguara

Alicia detesta las matemáticas y considera que no sirven para nada. Un día, mientras está estudiando en el parque, un extraño individuo la invita a dar una vuelta por el País de los Números. Lewis Carroll, el autor de Alicia en el País de las Maravillas, resultará ser su acompañante y en su fantástico viaje se enfrentarán al monstruo del laberinto, cruzarán un desierto de granos de trigo, se adentrarán en un bosque de números arborescentes, tomarán el té con el Sombrerero Loco...
En este libro, la mayor aventura para Alicia, y para todos los lectores y las lectoras, será descubrir que las matemáticas no sólo son útiles, sino también divertidas.

¿Qué estás leyendo?

Comenta qué estás leyendo, comparte tus lecturas y expresa tu opinión.

Libros de Ciencias Sociales

1º de ESO

Philippe Nessmann: En busca del río sagrado. Editorial Bambú


Zanzíbar, 1857: hasta ahora nadie ha conseguido descubrir donde nace el río sagrado egipcio, el Nilo. Dos aventureros, Richard Burton y John Speke, acompañados de un antiguo esclavo, Bombay, aceptan el reto y se adentran en el corazón de África, desafiando por el camino selvas sofocantes, fieras salvajes y luchando durante su viaje contra enfermedades tropicales.



2º ESO

Michel Kokot y Anne-Catherine Vivet-Rémy: Lanzarote y los caballeros de la Tabla Redonda. Ediciones Akal

 

Arturo, Merlín, Lanzarote, el grial: nombres que traen a la memoria un mundo mágico lleno de peligros y aventuras. Ellos son los protagonistas de este libro, una entretenida introducción a uno de los principales ciclos de leyendas medievales y al mundo de los caballeros, con sus torneos, armas, ceremonias y códigos de comportamiento. El texto se completa con bloques de juegos, que facilitan una mejor comprensión de la lectura y con informaciones complementarias sobre diversos aspectos de la cultura y la sociedad feudal.

3º ESO

José Luis Sampedro: El Mercado y la Globalización. Colección Booket.

 

Retorna el José Luis Sampedro economista, con un libro que él mismo considera una oportunidad para denunciar todas las mentiras del capitalismo. Con un lenguaje autorizado para todos los públicos, el texto analiza los cambios que el mundo sufrió tras la caída del muro de Berlín y el derrumbamiento soviético, que han derivado en la denominada globalización.

4º ESO
Jordi Sierra i Fabra: Los fuegos de la memoria. Editorial Algar.
En un pueblo inventado, San Agustín del Valle, hay una fosa común de la Guerra Civil que se conoce como “Los trece de San Agustín” puesto que allí yacen trece hombres, fieles a la República y torturados y asesinados durante la Guerra Civil Española. El pueblo está muy atento a las excavaciones y se sorprende cuando aparecen sólo doce cuerpos y es ahí donde empieza la trama.

Ana Frank: El diario de Ana Frank. Editorial Debolsillo.
Este diario narra con palabras de su protagonista, una niña judía de 13 años, la historia de la invasión nazi en Holanda. Este relato verídico, cuenta la particular situación de ocho personas, entre ellas Ana y su familia, que se escondieron en el anexo oculto de unas grandes oficinas en Amsterdam para escapar de la represión nazi. Permanecieron escondidos, desde el 12 de junio de 1942 hasta el 4 de agosto de 1944 cuando fueron finalmente encontrados. Los agentes de la Gestapo los detuvieron y los llevaron a diferentes campos de concentración.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Materia: Lengua castellana y Literatura, primer trimestre

Primer curso: Konrad o el niño que salió de una lata de conservas, de Christine Nöstlinger. Editorial Alfaguara, Madrid, 43ª edición 2002

Sorprendida, la señora Bartolotti recibe por correo un niño de siete años y, obligada por las circunstancias a cuidar de él y educarlo, lo hará de forma original y divertida.
El humor, la ternura y la crítica social se dan cita en este magnífico relato de Christine Nöstlinger, que se ha convertido en uno de los libros más leídos en todo el mundo.

Segundo curso: Scratch, de Fernando Lalana. Editorial: SM; Colección: Gran Angular: Madrid, 1996.

Sofía tiene 18 años y, además de estudiar, es copiloto de rallies. En un momento especialmente crítico para ella, se ve envuelta en una trama delictiva que le llevará a vivir una peligrosa aventura. Una novela con un ritmo trepidante, llena de misterio, intriga y suspense, que no dejará de sorprender al lector.

Tercer curso: La piel de la memoria, de Jordi Sierra i Fabra. Edelvives, Zaragoza, 2005, Colección Alandar

Kalil Mtube, africano, es vendido por su padre a la edad de once años por quince dólares. En ese mismo momento empieza su calvario. El duro traslado hacia lo desconocido sólo es un aperitivo de lo que le espera. Primero, en una plantación de cacao en Costa de Marfil: esclavizado, vejado, apartado del mundo... trata de escapar y lo consigue, pero termina hacinado en un barco en el que todos los niños van a ser arrojados al mar. La verdadera libertad no llegará hasta más tarde. En esos infiernos descubrirá lo mejor y lo peor del alma humana: deseos de amar y deseos de matar.

Cuarto curso: Naves negras ante Troya, la historia de la Ilíada, de Rosemary Sutcliff. Editorial Vicens Vives, Barcelona, 1998

En NAVES NEGRAS ANTE TROYA Sutcliff no se limita a relatar, como Homero, los sucesos que la cólera de Aquiles trajo consigo en el décimo año de guerra, y que culminaron con la muerte de Héctor, el más valeroso héroe troyano. La obra se retrotrae a los orígenes míticos de la gran guerra y narra también su desenlace, del que Homero nos habla al comienzo de la Odisea. La sensibilidad y el vigor con que Sutcliff recrea la obra del poeta griego han encontrado digna correspondencia en las espléndidas ilustraciones de Alan Lee.

Bienvenida a nuestra bitácora

Queridos, alumnas y alumnos, madres y padres, y por supuesto hermanos y amigos:

Hoy, 5 de octubre, queda abierta esta ventana de comunicación para los que aprenden y disfrutan con la lectura.